21/1/09

ELIPSIS

x Allan Àvila
Guionista, Productor y Director Independiente


Lo vi sentado en el parque principal de Barranco. Tenía una cámara súper ocho entre las manos. Estaba filmando cuando pasé. Me detuve y le hice algunas muecas.
Era un viejo bonachón, como de cincuenta años o más. Parecía un hippie en decadencia.

No tiene película -me dijo-
Entonces tampoco tienes mis muecas -respondí-
-¿Quieres ver cómo es el mundo a través de un visor?
- Bueno…
- Es que nadie puede mirar en primer plano. Aquí ves sólo lo que quieres ver…
Me gustó esa frase y luego otra que me dijo citando a Glauber Rocha: “Una idea en la cabeza y una cámara en la mano”. Eso es el cine -sentenció-
Hablamos mucho aquella tarde. Él comentaba películas que yo nunca había visto y nombró directores de apellidos extraños.

Le propuse comprar un rollo de película y filmar algo. Le pareció buena la idea.
Quedamos en encontrarnos al día siguiente, allí mismo.

-Tienes que colocar el rollo en el magazín sin que le caiga luz -me advirtió-Sacó una bolsa negra, introdujo la cámara con el rollo y lo puso.
Nos fuimos abajo del Puente de los Suspiros y mi primera lección fue grabar las piernas de las mujeres que pasaban por encima del viejo puente de madera. Lo hice durante cinco minutos.

¿Y dónde vemos esto? -pregunté-
En mi proyector, camarada, en mi proyector -repitió-

Su habitación era pequeña. Además de un colchón en el piso, había una mesa con un proyector encima. Al frente una pared blanca y varias revistas de cine regadas por el piso.
Con la luz apagada, montó la película sobre el carrete. El sonido aquel que emitía el artilugio era maravilloso. Como el ronronear de un gato, así se escuchaba.
Las piernas que antes había filmado, caminaban repentinamente sobre la pared.

Él cambió la velocidad del proyector y pude ver como los pasos de mis chicas se hacían lentos, espaciados, como si flotaran.
Nadie puede ver en cámara lenta -pensé-

La dos semanas siguientes, asistí puntual a mi encuentro con el hippie y con ese otro mundo que había descubierto. Conseguí dinero para comprar varios rollos.
Me dijo que no moviera tanto la cámara. Que no respire muy hondo. Que me pare con firmeza. Que pase desapercibido. Que me alejara de todo y me acercara a lo que quería captar. Que imaginara la historia de la pareja que se besaba. Que le atribuyera dolor a la señora que paseaba sus perros. Que modificara cínicamente cualquier posible realidad de mis personajes. Que fantaseara.
Nunca nos movimos del lugar en que todo comenzó. Las historias están donde quieres que estén, me decía convencido.
Filmé borrachines, putas, locos, perros, ladrones, policías, vendedores ambulantes, pájaros, travestis. A todo lo que se moviera.

Apuntaba y disparaba. Pero no los mataba. Los hacía vivir otras vidas, los manipulaba a mi antojo. Me volvía Dios en los pocos minutos que duraba la bobina.
Luego observaba a las criaturas proyectadas. Me apoderaba de sus conductas y de sus sueños. Creé millonarios y transformé en pobres diablos a decenas de transeúntes despistados.

La última noche, mientras era Dios, una muchacha se apareció en el encuadre. Camino hacia mí y tapó el lente con la mano.
¿Qué mierda me grabas, ah? -preguntó amenazante-
Tu belleza -intervino el viejo-
¡Como sigas grabando te rompo la cámara! -amenazó de nuevo-
Tranquila, flaca, ni siquiera tiene rollo -atiné a balbucear-
Jajaja, te asustaste huevonazo -me dijo ella, mientras reía a carcajadas-
Ya no jodas al chiquillo, Marcia -rezongó el hippie-
¿Quieres grabar mi cosita, papito? Y levantó su falda, dejando ver su tanga transparente por unos segundos.

Yo miraba al viejo. El viejo la miraba a ella, y ella miraba a un posible cliente.
-Te has conseguido otro alumnito, mi querido Nicolás
- ¿Te llamas Nicolás? -interrogué-
- Nadie sabe cómo se llama el vejete este, yo le digo Nicolás -contestó Marcia-

Marcia tenía unos 23 años aproximadamente. Rostro dulce, vestía bien, se veía bien. Olía rico.
No pareces puta -le dije-
¿Y cómo es una puta? -replicó Nicolás-

Antes que pudiera responder, siguió con un pequeño sermón:
…todo este tiempo y nada. Sigues pensando en la gente según su apariencia. No cualquier estúpido con saco y corbata es exitoso, tampoco los que silban son felices…
Iba a continuar regañándome, pero se detuvo. Me miró como si se hubiera equivocado conmigo. Como quien eligió mal al discípulo. Me miró con pena y luego calló.

-Claro, mírate tú, que pareces un viejo buena gente y eres un anciano hasta el culo -le dijo Marcia a Nicolás-
Él no habló. Bajo su mirada al piso, como pensando una respuesta. También guardé silencio.

Pensaba en todo lo que había capturado con la cámara, en los disparates que le había asignado como posible vida a los que por ahí pasaron.
No pareces puta, repetía en mi interior. ¿Yo que parezco? ¿Cineasta?, ¿Terruco?, ¿Abogado? -continúe repitiendo-
Pueden irse caminando algunos metros tomados de la mano -les pedí, luego de reaccionar-
¿Hasta dónde? -preguntaron con cierto asombro-
Hasta que los pierda de vista -ordené-
Así lo hicieron, y se marcharon, tal como se los había dicho.

Los filmé completamente fuera de foco y sólo veía dos siluetas amorfas. Podían ser padre e hija. Esposos, novios. Talvez dos hombres, quizá dos mujeres. Podían ser María y José. Thelma y Louise. Bonnie y Clyde. Tango y Cash. Dorothy y el Hombre de hojalata. Jason y Freddy, Henry y June…
Podían ser, finalmente, Marcia y Nicolás.

Dos años después, terminé mi taller de realización cinematográfica en una Escuela de Buenos Aires.
Ahora, cuando me preguntan dónde estudié cine, yo respondo que en los baños.
-Ah, en San Antonio de los Baños…
- No, en la bajada de los baños, aquí nomás, en Barranco.
Siempre terminan riendo y yo con ellos.
Ignoro el paradero de Nicolás, así como su verdadero nombre. Marcia es hoy mi chica. Ya no es puta, y le creo.
Es la realidad que quiero ver.

Allan Àvila

http://elceporrolechuguino.blogspot.com/